viernes, 16 de diciembre de 2011

"A través de los siglos
por la nada del mundo,
yo, sin sueño, buscándote."
R.Alberti.


Son algo así como las 2 de la mañana y me estoy tomando mi tercer sucedacio de café, que lleva de todo menos cafeina.
Y entre poemas de Alberti miro mi taza preferida. He inavitablemente vienes a mi cabeza.
Esbozas una milésima de sonrisa en la comisura izquiera de mis labios, (superiores). Pensando que cuando leas esto, porque sé que lo leerás, me imaginarás lo suficiente bohemia como para que por unos minutos me tengas manía.
Pero no será ni la mitad de la mala ostia que tengo hacia ti en estos momentos. Que al fin y al cabo es proporcional a todo lo que te necesito.
Y precisamente por eso te detesto, por necesitarte, como si de aire se tratase.

Le doi unas cuantas vueltas a la feria del libro que acaban de poner, por eso de que es navidad, me voy a casa por una calle por la que sabes que no me encontrarás y ahí estas tú.
Todas esas malditas casualidades y tú.
Todas las que me llevan a ti.

Ese momento. Cuando está a punto de acabar el día y nos encontramos. No importa nada, ni lo que llevamos puesto, ni el frio que enrojece tus labios, ni la gente que llega del tren. Solo nosotros. Y sí, es el mejor momento del día. También el más odioso.
Porque te vas para volver a tu vida, esa que se niega a incluirme. Y me doy cuenta de que no te tengo, que en realidad no estás.
Pero que mañana volveremos a encontrarnos por casualidad, volverás a aparecer en el lugar menos oportuno e indicado para ponerme nerviosa. Y recordarme lo mucho que me gustaría ahora mismo acurrucarme debajo de tu jersey.
Y otra vez todo volverá a llevarme a ti. Y volveré a odiarte.

Todos los caminos llevan a Roma. Y aquí me tienes con complejo de César.

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